El día 30 de Enero se celebró en el centro del Día escolar de la Paz.
Se prepararon varias actividades como la lectura de varios textos y poemas referentes a la Paz.
Al finalizar el acto se cantó la canción "Queremos la Paz" del grupo 3+2 que preparamos todo el centro. Podéis escuchar esta canción en el vídeo que os hemos puesto justo debajo de estas líneas.
Un día de lo más lucido ya que, este año, nos acompañó el buen tiempo para realizar dicho acto en el patio delantero. Podéis ver las fotos en nuestra sección de "Galería Fotográfica".
Desde nuestra empresa de servicios de extinción y suministro de equipos de portección contra incendios apoyamos cualquier iniciativa a favor de la paz y en contra de la violencia.
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El gasto oculto que muchos ignoran: la campana extractora, ese monstruo silencioso del consumo energético.
Mire usted, en las cocinas de media España —y buena parte del mundo civilizado— se fragua cada día un pequeño derroche energético con forma de electrodoméstico anodino, aparentemente inocente, pero devorador sigiloso de electricidad: la campana extractora. Y no hablamos aquí del horno o del microondas, no señor. La protagonista de esta historia es esa estructura metálica que cuelga sobre los fogones como si fuera un vigía inmóvil que todo lo huele, todo lo succiona y, por ende, todo lo cobra.
A fuerza de rutina, nos hemos acostumbrado a encenderla sin pensar, como quien enciende una lámpara o se sirve un café. Pero ¿cuánto gasta realmente este aparato? ¿Y qué repercusión tiene ese gasto en el recibo de la luz? Como diría un viejo sabio, “no hay extractor gratis”. Vamos al grano.
La mayoría de las campanas extractoras domésticas tienen una potencia media que oscila entre los 70 y los 250 vatios, dependiendo del modelo y de la velocidad a la que se utilicen. El quid de la cuestión está en el uso continuado. Una cocina profesional, por ejemplo, puede tener la campana funcionando durante 8 o más horas al día. Ahora haga números. Y si a eso le sumamos una iluminación LED interna o motores potentes de evacuación, el gasto se dispara sin que nadie suelte una palabra.
Ahí es cuando uno se topa con la cruda realidad del consumo campana extractora. Porque si usted cocina a diario, si la deja encendida mientras charla con su cuñada por teléfono o mientras ventila una mala fritura, al final del mes esa suma no es precisamente calderilla.
Y no hablemos ya de la campana industrial, esa que ruge en restaurantes, hoteles y comedores escolares. Esa sí que tiene tragaderas. Las campanas industriales pueden llegar a tener potencias superiores a 1.000 vatios, con sistemas de extracción centralizada, filtros lavables, conductos extensos y motores que bien podrían alimentar una turbina de avión.
Aquí no solo hablamos de consumo eléctrico. Aquí hablamos de mantenimiento, limpieza, inversión en filtros de carbono o metálicos, revisión de conductos y ventiladores. Porque una campana industrial no solo succiona humo: también se traga parte de los beneficios del negocio si no se gestiona correctamente. Y claro, luego vienen los sustos cuando llega la factura o cuando el técnico de mantenimiento le da el sablazo.
La eficiencia energética en las campanas ha mejorado, sí. Pero no se engañe: una campana extractora industrial mal calibrada, con filtros sucios o mal instalada puede multiplicar su consumo como si fuera una máquina tragaperras maldita.
Los modelos actuales intentan minimizar ese impacto con tecnologías inverter, sensores de calidad del aire y sistemas automáticos de apagado. Pero aún con todo eso, el gasto sigue siendo considerable. Especialmente si no se acompaña de una buena ventilación cruzada, una arquitectura bien pensada y una gestión racional del uso. Porque de nada sirve tener el Ferrari de las campanas si se usa como si fuera una bicicleta oxidada.
Supongamos que una campana doméstica de 120 W se utiliza durante una hora diaria. Eso son 43.8 kWh al año. A un coste promedio de 0,20 €/kWh, hablamos de unos 8,76 € anuales. No parece mucho, ¿verdad? Pero sume usted lo siguiente:
Iluminación extra.
Uso en potencias superiores.
Tiempo de uso excesivo.
Campana vieja con bajo rendimiento energético.
Ahora bien, multiplique eso por los días del año, por los equipos en cocinas múltiples y por los malos hábitos, y ya no hablamos de menos de diez euros. Hablamos de una cifra lo suficientemente seria como para tomar cartas en el asunto.
Y no digamos ya si hablamos de un restaurante, donde la campana puede funcionar más de 10 horas diarias, con equipos de 1.200 W o más. Aquí el gasto anual supera los 800 € fácilmente, sin contar mantenimiento.
Use la campana solo cuando sea necesario. No hace falta dejarla encendida mientras reposa la paella.
Mantenga limpios los filtros. Filtro sucio = motor forzado = más consumo.
Opte por modelos eficientes, con clasificación energética A o superior.
Apague la campana unos minutos después de cocinar, no media hora después.
Instale sensores o temporizadores automáticos, especialmente en ambientes industriales.
No todo es dinero. El impacto ecológico de las campanas extractoras también debe considerarse. Cada kilovatio-hora que se consume proviene, en muchos casos, de fuentes contaminantes. Es decir, que cada uso excesivo contribuye —aunque sea una gota más— a ese océano de emisiones que nos ahoga poco a poco.
Una campana extractora industrial obsoleta puede consumir lo mismo que un congelador industrial. Y no solo consume, arrastra el calor, modifica la temperatura del ambiente y obliga a otros sistemas (como el aire acondicionado) a trabajar más, aumentando aún más el consumo global del edificio.
Invertir en una campana nueva es sensato, pero no por moda o estética, sino por rendimiento y eficiencia. Un modelo con mejor clasificación energética puede reducir el gasto hasta un 30% o más, lo que en cocinas comerciales se traduce en cientos de euros al año.
Eso sí, no se trata solo de comprar lo último del catálogo. Se trata de adaptar la campana al uso real, al espacio y a la necesidad del entorno. Lo demás, es postureo caro.
La campana extractora, sea doméstica o industrial, es un actor clave en la factura energética de cualquier cocina. Si la suya tiene más años que un Seat Panda y ruge como un león afónico, quizás ha llegado la hora de tomar decisiones. Y no, no vale con limpiarla por fuera: hay que conocerla, entenderla y usarla con cabeza.
En la actualidad, los trabajos de limpieza en centros comerciales representan un factor crítico para garantizar la satisfacción del visitante y el buen funcionamiento de los negocios que albergan estos espacios. Mantener un centro comercial limpio y seguro no es solo una cuestión estética, sino también un compromiso con la salud pública, la conservación de instalaciones y la percepción de profesionalidad que transmite la marca a sus clientes.
Contar con una empresa de limpieza profesional se ha convertido en una necesidad imprescindible. Los centros comerciales son entornos con un alto flujo de personas, donde la acumulación de polvo, restos de comida, suciedad y bacterias puede impactar directamente en la experiencia del cliente. Además, la limpieza rigurosa garantiza el cumplimiento de normativas de higiene y seguridad laboral, evitando sanciones y problemas legales.
El mantenimiento constante de suelos, cristales, baños, áreas de descanso y zonas de tránsito requiere equipos especializados y personal capacitado. Las empresas de limpieza actuales combinan experiencia con innovación tecnológica, utilizando maquinaria avanzada y productos ecológicos que respetan tanto el medio ambiente como la salud de los visitantes.
Las empresas de limpieza en Sevilla ofrecen un conjunto de servicios diseñados para cubrir todas las necesidades de un centro comercial:
Elegir empresas de limpieza en Sevilla para la gestión de un centro comercial ofrece múltiples ventajas:
La eficacia de los trabajos de limpieza en centros comerciales depende tanto de la técnica como del producto utilizado. Entre los más destacados se encuentran:
Un centro comercial limpio y bien mantenido no solo impacta en la estética, sino que influye directamente en la percepción del visitante y su comportamiento de compra. Estudios de mercado demuestran que los clientes tienden a permanecer más tiempo y gastar más en espacios limpios y organizados. Además, la higiene refuerza la confianza y la seguridad, creando un vínculo positivo entre el consumidor y el establecimiento.
Las empresas de limpieza profesionales entienden que cada detalle cuenta: desde el brillo de los suelos hasta la limpieza de zonas de descanso, todas las acciones contribuyen a una experiencia integral. Para profundizar en estrategias y novedades, puedes consultar este blog sobre limpieza profesional.
Para garantizar un servicio de calidad, es fundamental considerar ciertos criterios:
El sector de limpieza ha evolucionado notablemente. Hoy en día, las empresas integran prácticas sostenibles y tecnología avanzada para mejorar la eficiencia:
Contratar empresas de limpieza en centros comerciales no solo mejora la experiencia del cliente, sino que también genera beneficios económicos y sociales:
Los trabajos de limpieza en centros comerciales son mucho más que una tarea rutinaria. Constituyen una estrategia integral que impacta en la percepción, seguridad, salud y rentabilidad del negocio. Invertir en una empresa de limpieza profesional garantiza un entorno impecable, atractivo y seguro para clientes y empleados.
En Sevilla y otras ciudades, contar con expertos en limpieza especializada asegura que cada rincón del centro comercial cumpla con los más altos estándares de higiene y presentación. La combinación de experiencia, técnicas avanzadas y compromiso con la sostenibilidad posiciona a estas empresas como aliados estratégicos imprescindibles para cualquier gestor de instalaciones comerciales.
La excelencia en limpieza no es opcional; es un pilar fundamental para ofrecer espacios memorables, seguros y eficientes. No esperes más: asegura la mejor experiencia para tus clientes contratando hoy mismo una empresa de limpieza profesional en Sevilla. La diferencia está en los detalles, y los detalles marcan la excelencia.
Hablar hoy de mortero intumescente es hablar de una frontera silenciosa entre la catástrofe y la seguridad. Un material que, sin aspavientos, se convierte en la línea de defensa más sólida contra un enemigo antiguo: el fuego. En una época en la que la protección contra incendios ya no es un simple requisito legal, sino un compromiso con la vida, el mortero intumescente se ha consolidado como uno de los pilares de la construcción moderna.
El mortero intumescente tiene un comportamiento casi teatral: permanece discreto, adherido a vigas y paredes, hasta que la temperatura sube de forma descontrolada. En ese momento, se hincha, se expande, crea una barrera carbonizada que ralentiza la propagación del calor y del humo. Este mecanismo concede minutos preciosos, esos que marcan la diferencia entre una evacuación ordenada y una tragedia.
Los ensayos lo demuestran: en estructuras de acero, donde el calor extremo debilita la resistencia a partir de los 500 ºC, este mortero permite que la integridad se conserve mucho más tiempo. Una cuestión de minutos que, en incendios reales, significa vidas salvadas.
De ahí que hoy resulte imposible comprender la construcción sin tener en cuenta la importancia de materiales que se anticipan al desastre. Y es aquí donde conceptos como el mortero intumescente se convierten en obligatorios en nuestro vocabulario técnico y ciudadano.
Vivimos rodeados de normativas, planes de emergencia y protocolos. Pero el verdadero escudo contra el fuego está en los materiales que, sin que reparemos en ellos, trabajan día y noche en silencio. El mortero intumescente responde a esa necesidad creciente: la de edificar ciudades más seguras, hospitales que no colapsen bajo las llamas, aeropuertos que puedan resistir el imprevisto.
No hablamos de una moda, sino de una exigencia nacida de tragedias recientes que han recordado, a golpe de ceniza y humo, lo mucho que nos jugamos en la elección de los materiales. Las estadísticas de la NFPA son elocuentes: miles de muertes y pérdidas millonarias cada año. Y, sin embargo, allí donde se ha instalado este mortero, los tiempos de resistencia se han multiplicado, otorgando un margen vital a equipos de rescate y evacuación.
El catálogo de usos es tan amplio como necesario. Desde los rascacielos que perfilan las grandes capitales, hasta centros comerciales, hospitales o aeropuertos, el mortero cumple un papel invisible pero esencial.
Y cuando alguien se detiene a pensar en la economía, conviene recordar que el coste inicial queda eclipsado frente al valor de lo que se protege. Porque hablamos de personas, de patrimonio, de infraestructuras que no pueden permitirse el lujo de sucumbir.
Precisamente por ello, el sector incorpora cada vez más el uso de morteros ignifugos como parte indisociable del diseño arquitectónico contemporáneo.
Conviene despejar malentendidos. No, el mortero intumescente no es un lujo para rascacielos. Tampoco es un producto que pueda olvidarse una vez instalado. Su eficacia depende de inspecciones periódicas y de un mantenimiento adecuado. Su coste, si bien mayor que otros materiales convencionales, se convierte en una inversión insustituible cuando hablamos de vidas humanas y continuidad operativa.
La realidad nos dice que es un material versátil, duradero y relativamente sencillo de aplicar, ya sea proyectado, a rodillo o a brocha. Una tecnología accesible que, paradójicamente, aún arrastra cierta infravaloración por parte de quienes desconocen su auténtico potencial.
La legislación avanza, y con ella, los requisitos de seguridad. Los códigos de edificación en Europa y otras regiones exigen ya la aplicación de materiales intumescentes en zonas críticas. Sin ellos, los proyectos simplemente no obtienen certificaciones. El mensaje es claro: la protección contra incendios ya no admite improvisaciones.
De ahí que el vínculo entre construcción y protección contra incendios sea hoy más estrecho que nunca. Ningún diseño arquitectónico puede desligarse de esta obligación técnica y moral.
En un mundo donde la sostenibilidad pesa tanto como la seguridad, los morteros intumescentes modernos han evolucionado para reducir su impacto ambiental. Formulados con bajos compuestos orgánicos volátiles (VOC), garantizan la protección sin comprometer la salud de trabajadores ni el equilibrio medioambiental. Una doble victoria: seguridad para hoy, sostenibilidad para mañana.
Basta con repasar los informes de incendios en grandes ciudades para entender su relevancia. Torres en llamas donde, gracias a este recubrimiento, las vigas mantuvieron su resistencia, permitiendo que cientos de personas evacuaran sin derrumbes fatales. No son relatos hipotéticos: son hechos registrados que demuestran la diferencia que marca este material.
Sería ingenuo pensar que el mortero, por sí solo, es suficiente. La protección contra incendios requiere una estrategia de múltiples capas:
El mortero intumescente es, en este engranaje, la pieza que sostiene el tiempo. La que compra minutos para que el resto de medidas pueda desplegarse con éxito.
En la actualidad, el mortero intumescente se erige como uno de los héroes anónimos de la construcción. Su capacidad para resistir, para mantener la estructura erguida frente al fuego, lo convierte en indispensable. Pero más allá de la técnica y de la normativa, lo que está en juego es la vida. Y no hay inversión más rentable que esa.
A medida que las ciudades crecen en altura y complejidad, la conciencia sobre la seguridad también se eleva. Los materiales intumescentes no son el futuro: son el presente que nos protege. El presente que, en silencio, vigila para que el fuego no devore lo que somos ni lo que hemos construido.