Las empresas de extintores están especializadas y son las encargadas de mantener y revisar los equipos contra incendios instalados en cualquier espacio, locla, comercio, nave o edificio.
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Collarines intumescentes: guardianes invisibles ante el avance del fuego
En este mundo de ruido, velocidad y prisas, hay elementos que trabajan en silencio, sin pedir protagonismo, sin ocupar titulares. Son los verdaderos héroes de las entrañas de los edificios, de esos espacios que nadie mira pero que todos usan. Los collarines intumescentes, señores, no son un capricho técnico ni un invento para cumplir expediente. Son la barrera final. La muralla silenciosa. El “hasta aquí hemos llegado” del fuego.
Y es que, mientras el personal se lanza a hablar de inteligencia artificial, automatización y domótica, nosotros defendemos —con voz firme— el poder de la protección pasiva contra incendios. Esa que no se mueve, que no emite señales, pero que, cuando llega el momento, responde como un sargento veterano: con determinación, sin titubeos.
Imaginen una tubería de PVC que atraviesa una pared. Ahora imaginen que esa pared es cortafuegos. Todo va bien... hasta que el calor aparece. Ahí, lo que parecía una simple instalación se convierte en una autopista para las llamas. Aquí entra en escena el collarín intumescente, un dispositivo fabricado con material capaz de expandirse al exponerse a temperaturas elevadas, sellando por completo el hueco que deja la tubería al derretirse.
No hablamos de un suplemento. No es un “por si acaso”. Es la única forma eficaz de garantizar que ese paso quede bloqueado en caso de incendio, evitando que el fuego y los gases tóxicos pasen de una estancia a otra como si nada. Porque en esto no hay segundas oportunidades.
Estos dispositivos están fabricados, en su mayoría, con grafito exfoliado o compuestos similares que reaccionan al calor entre los 150 y los 200 grados Celsius. Cuando se activa, el material se expande hasta veinte veces su volumen original, ejerciendo una presión tal que cierra por completo el hueco de la tubería calcinada.
Y todo ello sin necesidad de energía, sensores, ni mantenimiento constante. Un mecanismo puramente físico, pero con una eficacia que muchos sistemas electrónicos quisieran. Cuando el entorno alcanza temperaturas críticas, el collarín actúa sin dudar.
En este punto, conviene destacar una de nuestras claves: collarin intumescente. Porque hay que decirlo claro: quien no cuente con este tipo de protección en sus instalaciones, no está preparado para una emergencia real.
Los collarines intumescentes deben colocarse siempre que una tubería combustible atraviese una partición cortafuegos. Esto puede ser un muro, un forjado, o incluso un falso techo. La instalación debe ser precisa: se fija alrededor del tubo, justo en el punto de paso, y se ancla con tornillería metálica o se empotra en la estructura.
Hay modelos adaptados a diferentes tipos de pared, diámetros de tubo y requerimientos de resistencia (desde 30 hasta 120 minutos). Y no, no vale cualquiera. El cálculo debe ser técnico, ajustado y certificado.
Por eso es fundamental que los proyectistas y técnicos conozcan bien las soluciones disponibles, y que no se improvisen sellados que, a la hora de la verdad, podrían ser papel mojado.
Aquí entramos en el segundo tramo clave del artículo, donde colocamos otro término indispensable para el posicionamiento SEO: collarines intumescentes. Porque cuando se trata de pluralizar la seguridad, hay que hablar de ellos en todas sus variantes.
Toda instalación de collarines intumescentes debe cumplir con lo establecido en las normativas europeas y nacionales. Especialmente, con la UNE EN 1366-3, que regula los ensayos de resistencia al fuego de penetraciones de servicios.
Pero no basta con la buena intención. Hay que demostrar —con ensayo oficial— que ese collarín concreto, instalado en esa pared específica, cumple con el tiempo de resistencia exigido por el CTE (Código Técnico de la Edificación). De ahí que no valga cualquier solución genérica. Debe estar certificada, documentada y ajustada a la realidad del proyecto.
Y aquí no nos andamos con rodeos: es el momento de introducir una expresión clave para quienes buscan información rigurosa en la red: collarines intumescentes normativa. Porque si no se cumple con ella, el edificio puede estar legalmente comprometido y funcionalmente expuesto.
No requieren mantenimiento periódico, más allá de una inspección visual en revisiones técnicas.
Compatibilidad con una amplia gama de diámetros y materiales de tubería (PVC, PP, PE, etc.).
Fácil instalación, incluso en espacios reducidos o de difícil acceso.
Actuación completamente autónoma y rápida, sin intervención humana ni energía externa.
Eficacia probada en laboratorios acreditados bajo condiciones extremas.
Esto convierte al collarín en una de las soluciones más eficientes, económicas y robustas dentro del conjunto de medidas de protección pasiva.
No anclar el collarín correctamente a la estructura.
Usar modelos sin ensayo certificado para el tipo de pared o tubo.
Colocar el collarín a una distancia incorrecta respecto al plano del muro.
Falta de documentación técnica o planos que acrediten su presencia.
Cada uno de estos errores convierte una buena intención en un desastre en potencia. Y, como suele decirse, el infierno está lleno de buenas intenciones mal ejecutadas.
En la guerra contra el fuego, cada segundo cuenta. Cada barrera instalada es una oportunidad ganada. Y entre todas las medidas posibles, el collarín intumescente destaca como esa herramienta humilde pero implacable. Una defensa que no suena, no brilla, pero que cumple con su misión con la precisión de un cirujano.
No es una moda, ni un accesorio. Es una necesidad crítica. Y su presencia —o su ausencia— puede marcar la diferencia entre una evacuación exitosa o una pérdida irreparable.
Al iniciar un negocio, son muchos los factores que se tienen en cuenta: la ubicación, el plan financiero, la oferta de productos o servicios, la publicidad y la captación de clientes. Sin embargo, existe un aspecto que con frecuencia se deja en un segundo plano y que resulta fundamental para la protección de personas, bienes e instalaciones: los extintores. Estos dispositivos no solo son una exigencia legal, sino que representan la primera línea de defensa ante un incendio.
Pese a su relevancia, todavía observamos errores comunes que cometen los nuevos negocios con los extintores, lo cual puede ocasionar sanciones, problemas con las aseguradoras e incluso poner en riesgo la seguridad de clientes y empleados. A continuación, detallamos los fallos más habituales y cómo evitarlos para garantizar el cumplimiento normativo y una correcta prevención:
El primer error frecuente es adquirir extintores sin considerar el tipo de fuego más probable en la actividad del negocio. No todos los fuegos son iguales ni todos los extintores sirven para lo mismo.
Extintores de agua: eficaces para fuegos de clase A (madera, cartón, papel, tejidos).
Extintores de CO₂: recomendados para fuegos de clase B (líquidos inflamables) y especialmente para instalaciones eléctricas, ya que no dejan residuos.
Extintores de polvo ABC: los más versátiles, aptos para fuegos de clase A, B y C (gases inflamables).
Extintores de espuma o clase F: específicos para aceites y grasas, muy utilizados en cocinas industriales.
Colocar un extintor de agua en una cocina o junto a un cuadro eléctrico puede resultar catastrófico. La elección debe hacerse tras un análisis de riesgos y siempre con asesoramiento de una empresa especializada en seguridad contra incendios.
Un extintor sin mantenimiento es prácticamente un adorno inútil en caso de incendio. La normativa vigente en España exige:
Revisión anual por parte de una empresa mantenedora autorizada.
Retimbrado cada cinco años, prueba hidráulica que certifica la resistencia del envase.
Etiquetado visible, donde se muestre la fecha de la última revisión y la próxima programada.
No cumplir con estas obligaciones puede derivar en sanciones administrativas y en que el extintor no funcione correctamente cuando se necesite. La recomendación es contratar un servicio de mantenimiento profesional que lleve un control estricto de todas las fechas y pruebas reglamentarias.
Otro error recurrente es colocar los extintores en zonas ocultas, detrás de muebles o puertas, o incluso demasiado bajos, dificultando su rápida localización.
El Reglamento de Instalaciones de Protección Contra Incendios (RIPCI) establece que:
Los extintores deben estar a una altura de entre 80 y 120 cm desde el suelo hasta su parte superior.
Deben estar señalizados con pictogramas homologados, visibles desde cualquier ángulo.
Deben ubicarse en zonas accesibles, libres de obstáculos.
Se debe contar con al menos un extintor por cada 15 metros lineales de recorrido dentro del local.
Una ubicación incorrecta no solo es un incumplimiento legal, sino que también pone en riesgo la capacidad de reacción en caso de emergencia.
De poco sirve tener equipos homologados y en regla si los empleados no saben utilizarlos adecuadamente. La mayoría de incidentes se agravan porque no se actúa de manera correcta en los primeros segundos.
La formación básica en uso de extintores debería abarcar:
Identificación del tipo de fuego.
Selección del extintor correcto para cada situación.
Técnica de uso: retirar el pasador, dirigir la boquilla a la base del fuego, presionar la maneta y mover de lado a lado.
Protocolos de evacuación y comunicación con los servicios de emergencia.
Invertir en capacitación del personal no es un gasto, es una medida preventiva que puede evitar tragedias.
En un intento por ahorrar costes, algunos emprendedores optan por comprar extintores usados o de dudosa procedencia. Esto representa un riesgo enorme, ya que pueden carecer de certificación, marcado CE o pruebas de mantenimiento vigentes.
Los extintores reacondicionados solo deben adquirirse a través de empresas homologadas, que ofrezcan garantía escrita de su correcto funcionamiento. De lo contrario, es preferible invertir en equipos nuevos y certificados.
Cada tipo de negocio está sujeto a diferentes exigencias legales. Por ejemplo:
Locales comerciales: al menos un extintor por cada 100 m².
Restaurantes y cocinas: extintores específicos para fuegos de grasa (clase F).
Edificios de pública concurrencia: pueden requerir además BIEs (bocas de incendio equipadas) y otros sistemas de protección activa.
El incumplimiento puede acarrear multas, cierres temporales e incluso problemas con el seguro en caso de siniestro. Lo ideal es realizar un estudio de carga de fuego con una empresa especializada que determine los equipos mínimos obligatorios.
Cada inspección debe quedar registrada en un libro de mantenimiento, documento que puede ser solicitado en una inspección oficial. Dicho libro debe contener:
Fecha de instalación.
Tipo y número de serie de cada extintor.
Resultados de revisiones periódicas.
Fecha del próximo mantenimiento.
No tener este registro actualizado equivale a incumplir la normativa, incluso si los equipos están en buen estado.
Abrir un negocio implica asumir múltiples responsabilidades, y la seguridad contra incendios es una de las más importantes. Los extintores no deben verse como un simple requisito legal, sino como un recurso vital que puede salvar vidas y proteger la inversión.
Desde la elección del tipo de extintor adecuado, pasando por su ubicación estratégica, mantenimiento periódico y formación del personal, cada acción cuenta. Evitar los errores comunes mencionados es esencial para garantizar que el negocio cumpla con la normativa